jueves, 18 de julio de 2013

A que sabe el olvido


Quizá.

Quizá me eches de menos por las noches. Cuando el frío no se quite ni con las sábanas, ese frío que invade todo tu cuerpo, que sólo se quita con el tacto, con un abrazo. O cuando la nostalgia comience a hacerte compañía, cuando las ganas de mí comiencen a salir, hasta que no puedas controlarlas.


Quizá comiences a extrañarme cuando las canciones vengan de la mano de un suspiro. O cuando los recuerdos se te escapen en forma de lágrimas. Quizá sea cuando veas algo que te recuerde la tonalidad de mis ojos, o cuando alguna melodía te recuerde mi voz; incluso podría pasar cuando, en algún momento, pruebes algo que se asemeje al sabor de mis labios.


Sé que podrías llegar a extrañarme demasiado, tanto, que desearías que fuera yo y no mi recuerdo quien estuviera al otro lado de la cama, o acompañándote a todas partes. Sé que quizá llegues a secarte de tanto llorar, de tanto morderte los labios con la ligera esperanza de que sientas lo mismo que sentías cuando mordía los tuyos. Claro que también sé que, si todo esto ocurre, nunca vendrías a decírmelo.





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