Te dejo porque pinté susurros
para los que, los únicos oídos sordos, fueron los tuyos. Te dejo porque la
dejada fui yo desde el momento en el que comencé a ser la única que besaba. Te
dejo porque he sido un yo contigo. Un yo contigo en el que he perdido una
importante parte de mí.
La parte con la que soñaba.
Te dejo porque haz ralentizado
mis ganas, mis sueños y casi todas mis emociones. Porque te has convertido en
un ibuprofeno de lo que sentía hacia ti. Porque has sido un tropiezo en mi
vida, las espinas de mi rosa y, en esta relación, una experiencia más agria que
dulce.
Comencé a tu lado lo que, creía,
sería el libro más bonito de la historia. Aquel al que no se le terminaran los
capítulos, aquel en el que me apeteciese doblar la esquina de cada página para
recordarme que, en ella, había algún instante inolvidable plasmado en la
memoria de nuestra relación. Y, sin embargo, no hice más que coleccionar
páginas en blanco. Espacios vacíos en los que escribir aquello que,
diariamente, quería que sucediese. Un libro al que terminaron poniéndole tinta
mis sueños frustrados, la forma en la que no me mirabas, y las caricias que no
recibí.
Una obra titulada “Ojalá tú”.
Un libro que hoy saco de la
estantería de mis esperanzas vacías, para venderlo en una tienda de segunda
mano. Una tienda en la que además, todo aquello que se vende, son sentimientos
en liquidación.
Te dejo.
Pero sobre todo, si te dejo con
algo, es con las ganas.
Con las ganas de haber podido
saber lo que hubiera sido nuestra vida en común. Con las ganas de que me
quedase contigo aún recibiendo una cuarta parte de lo que te daba. Con las
ganas de que me conformase con lo que ni siquiera merecía y, con las ganas,
amigo, de que te dijera a todo que sí.
Así que llegados a este punto, y
tras agotar la paciencia que nunca tuve, te confieso que soy intolerante. Intolerante
a la infelicidad. Tú has sido mi alergia, y nuestra relación un sarpullido. Hoy
entiendo que lo único en común que hubo entre nosotros, fue la idiotez.
La mía, la que tuve cuando
decidí quedarme contigo.
La tuya, la que llevas
impregnada en ti.
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